No hay nada más frustrante que estar tranquilo jugando, renderizando un proyecto o simplemente navegando, y de repente escuchar el ventilador del disipador de tu CPU AMD rugiendo como si despegara un avión. Abres algún software de monitorización y te das cuenta de que la temperatura se ha disparado a 90 °C.
La primera reacción suele ser pensar: “¿Será que mi procesador está defectuoso?”. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el problema no está en el chip en sí, sino en la manera en que se está disipando el calor.
Los procesadores AMD, especialmente los Ryzen, están diseñados para trabajar dentro de ciertos rangos térmicos. No es raro verlos cómodamente en los 70 °C bajo carga, e incluso alcanzar los 90 °C en momentos de estrés intenso. Pero cuando esa temperatura se convierte en la norma en tareas ligeras, o notas que tu PC se congela por sobrecalentamiento, es momento de revisar qué está pasando con el disipador.
El disipador es, en pocas palabras, la pieza que hace de “puente” entre el calor generado por el procesador y el aire de tu caja. Si ese puente falla, aunque tu CPU sea el más eficiente del mercado, el resultado será el mismo: sobrecalentamiento. Hoy quiero contarte las siete causas más frecuentes relacionadas con el disipador que pueden estar provocando que tu CPU AMD se recaliente más de la cuenta.
Te adelanto que algunas son tan simples como un mal montaje, y otras tienen que ver con aspectos que muchos pasamos por alto, como la limpieza periódica o la compatibilidad. Vamos a desgranarlas una por una.
1. Pasta térmica mal aplicada o seca
La pasta térmica suele ser el primer sospechoso cuando hablamos de temperaturas anómalas. Este compuesto, aunque muchas veces lo tratemos como un accesorio, es esencial para que el calor del procesador se transfiera correctamente al disipador. Sin ella, el contacto entre las dos superficies nunca será perfecto: siempre habrá pequeñas imperfecciones microscópicas llenas de aire, y el aire, ya lo sabes, es un mal conductor del calor.
He visto equipos que me traen amigos para revisar con la pasta totalmente seca, como si fuera polvo. En esas condiciones, da igual que tengas un disipador de 100 euros, el calor se queda atrapado en el procesador. Otro error común es aplicar demasiado producto. Más pasta no significa mejor conducción, al contrario: si se desborda, incluso puede aislar ciertas zonas.
La solución pasa por limpiar cuidadosamente la superficie del procesador y la base del disipador con alcohol isopropílico y aplicar una fina capa nueva, lo justo para cubrir el centro. Una gota del tamaño de un guisante suele bastar. Notarás inmediatamente la diferencia en temperaturas.
2. Disipador mal montado o flojo
Un montaje defectuoso es más común de lo que parece. En ocasiones, por las prisas o por miedo a apretar demasiado, el disipador queda ligeramente suelto. Eso provoca que no presione de manera uniforme sobre la CPU y, por tanto, que el contacto no sea el ideal.
Me pasó en mi propio PC cuando monté un Ryzen 5 3600. Estaba convencido de haber dejado el disipador bien asegurado, pero al revisar noté que un tornillo no había hecho la presión adecuada. El resultado: temperaturas por encima de los 85 °C en tareas ligeras. Después de reapretar correctamente, bajaron más de 10 grados.
Para identificar este problema, basta con observar si el disipador se mueve un poco al tocarlo. No debería hacerlo. El procedimiento correcto es seguir siempre las instrucciones del fabricante, apretando los tornillos en forma de cruz para garantizar una presión uniforme.
3. Polvo acumulado en el disipador
El polvo es el enemigo silencioso de cualquier sistema de refrigeración. Se acumula en las aletas del disipador y en el ventilador, bloqueando el flujo de aire. Aunque a simple vista no parezca gran cosa, una fina capa ya es suficiente para reducir drásticamente la capacidad de disipación.
He tenido que limpiar PCs donde literalmente parecía que alguien había puesto una manta de pelusa sobre el disipador. En esos casos, el procesador sufría constantemente en el rango de los 95 °C, con thermal throttling incluido.
Si sospechas de esto, apaga el equipo, desmonta el disipador o, al menos, el ventilador, y utiliza aire comprimido o una brocha suave. Nunca soples con la boca: la humedad de la respiración puede ser contraproducente. Una limpieza cada pocos meses, dependiendo de tu entorno, puede prolongar mucho la vida útil del procesador.
4. Disipador stock insuficiente para tu CPU
AMD incluye disipadores stock en muchos de sus procesadores, como los conocidos Wraith Spire o Wraith Prism. Son decentes, silenciosos en cargas ligeras y cumplen para tareas normales. El problema viene cuando pretendes exigir más al chip, ya sea con juegos intensivos, renderizado o incluso overclock.
Los disipadores de serie no están diseñados para disipar el calor de modelos con TDP más altos, como los Ryzen 7 o Ryzen 9. Sí, funcionarán, pero con temperaturas muy cercanas al límite. Si además tu caja no ayuda con el flujo de aire, el resultado será que tu CPU se recaliente continuamente.
La solución aquí no es complicada: invertir en un disipador aftermarket de mayor capacidad térmica. Los hay por aire con torres grandes y heatpipes, o refrigeraciones líquidas AIO que ofrecen un margen extra. No hace falta irse al modelo más caro, pero sí elegir uno acorde al consumo de tu procesador.
5. Ventilador del disipador defectuoso o mal configurado
Aunque parezca obvio, el ventilador es tan importante como el bloque de metal. Si el ventilador falla, gira más lento de lo que debería o está mal configurado en la BIOS, el calor se acumula rápidamente.
A veces no se trata de una avería, sino de una curva de ventilación mal ajustada. Por defecto, algunas placas base configuran perfiles conservadores para mantener el ruido bajo, lo que hace que el ventilador tarde demasiado en reaccionar cuando la temperatura sube. Resultado: picos térmicos que podrían evitarse.
Mi recomendación es revisar en la BIOS o en el software de tu placa la curva de ventilador. Ajusta para que el incremento de RPM sea más rápido a partir de los 60 °C. Y, por supuesto, revisa que el cable del ventilador esté conectado en el conector correcto (CPU_FAN). Más de una vez he visto PCs con el ventilador del disipador enchufado en un SYS_FAN, lo que provoca lecturas incorrectas.
6. Incompatibilidad entre disipador y socket
No todos los disipadores son compatibles con todos los sockets. Con el paso de los años, AMD ha utilizado varios tipos (AM3, AM4, AM5), y aunque muchos fabricantes incluyen kits de montaje, no siempre se instalan correctamente.
Si intentas montar un disipador que no encaja bien, puedes terminar con una presión desigual sobre el procesador o, peor aún, con un montaje inestable que compromete la transferencia de calor. Este problema lo he visto especialmente en usuarios que reciclan disipadores antiguos pensando que “si entra, sirve”. La realidad es que no siempre es así.
La forma de identificarlo es sencilla: revisa el manual del disipador y asegúrate de que incluye el kit para tu socket. Si no es así, muchos fabricantes venden adaptadores aparte. Ignorar este detalle puede hacer que tu CPU AMD viva constantemente en el límite térmico.
7. Contacto deficiente entre el disipador y la superficie del procesador
Este último punto está relacionado con todo lo anterior, pero merece mención aparte. Incluso con pasta térmica nueva y un montaje aparentemente correcto, puede haber un problema: que la base del disipador no esté perfectamente plana o que la superficie del procesador no haga buen contacto.
No es lo más habitual, pero he visto disipadores con bases ligeramente deformadas por golpes o uso prolongado. También puede ocurrir que el IHS (la tapa metálica del procesador) no tenga un acabado uniforme. En ambos casos, la transferencia de calor se ve comprometida.
La única manera de detectar esto es mediante la observación: si tras varios intentos de montaje y aplicación de pasta térmica las temperaturas siguen siendo anormalmente altas, puede que estés ante un contacto deficiente. La solución, aunque drástica, pasa por reemplazar el disipador.
Conclusión
El sobrecalentamiento de un CPU AMD rara vez es culpa del procesador en sí. En la mayoría de los casos, el disipador es el verdadero protagonista del problema. Desde una pasta térmica mal aplicada hasta un ventilador defectuoso o un simple cúmulo de polvo, hay un abanico de causas que conviene revisar antes de preocuparse en exceso.
Mi consejo es sencillo: empieza siempre por lo más básico. Comprueba el montaje, limpia el disipador, revisa la pasta térmica y asegúrate de que el ventilador funciona correctamente. Si todo eso falla, entonces plantéate invertir en un disipador más robusto o verificar la compatibilidad con tu socket.
Recuerda que mantener tu procesador en temperaturas adecuadas no solo mejora el rendimiento inmediato, sino que alarga su vida útil. Y créeme, nada da más tranquilidad que ver a tu CPU AMD trabajar estable en 65 °C mientras juegas o trabajas sin sobresaltos.